“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del
cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo
plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de
edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de
bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y
tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de
hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de
paz. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?
Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se
ocupen en él.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de
ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el
principio hasta el fin.
Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en
su vida;
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de
toda su labor.
He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se
añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman
los hombres” -Eclesiastés 3.1-14.
Lo absoluto frente a lo
relativo. Lo que es definitivo frente a lo que es en parte. El autor del texto
nos hace entender que: 1- todas las cosas a las que aspiran los seres humanos
tienen su tiempo debajo del sol, tienen su momento en el que pasan o pasarán; y
2- todo lo que pueda estar pasándonos, o nos haya pasado, o estemos por pasar,
es relativo, fugaz, y no es absoluto delante de lo que Dios hace (que sí es absoluto,
y que será perpetuo).
Estas dos cuestiones bien
marcadas que podemos encontrar en las palabras del Predicador (V. 1.1) son como
un refrigerio en medio de las arenas de la ansiedad por las que muchos de nosotros
solemos andar.
Cuando salgo a caminar
puedo elegir si voy por el camino de siempre, o si busco uno alternativo. Aquí
tenemos un camino (el verdaderamente alternativo) por el que los ansiosos
podemos optar para dejar a un lado la ansiedad haciéndonos conscientes de la
grandeza de Dios. El autor del texto encontró serenidad en esto, y por ello, y desde
esa serenidad, pudo asegurar: “es don de Dios que
todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” después de entender
que “no hay cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en la vida”, teniendo (muy
presente) que Dios ha puesto eternidad (trascendencia) en nuestros corazones.
No todo es esto, pero esto que es merece ser valorado, en el tiempo que es, sin
perder de vista lo que será.