Me han
contado varias veces que tal vez uno de los primeros Farina llegados a estas
tierras era un hombre valiente de los pocos que se atrevían a montar esos
viejos arados de reja tirados por un caballo. Sucedía que por entonces en
aquella tierra virgen los pajonales eran altos, y la geografía despareja hacía
que los golpes y las posibilidades de volcarlo fueran altas.
Es una
historia que siempre contaba mi abuelo Don José Domingo Farina, y que recuerda
mi padre cada vez que tomando un mate nos acercamos al viejo arado que adorna
el fondo del patio de la casa de la calle Santamarina. “Es el primer arado que
salió después del arado mancera (en el que el operario caminaba a la par del
arado manejando la profundidad y la dirección con las manijas) ... en este ya
el operario iba sentado y la inclinación y la profundidad se manejaba a través
de palancas... después de eso salió el de tres rejas” me explica papá, y suma
otros detalles: “trabajaban de sol a sol, generalmente en otoño e invierno
antes que se pusiera el sol tenían que largar el caballo para que el frío de la
noche no lo encontrara sudados. Hacían recambio de caballo, creo que uno a la
mañana y otro por la tarde”.
Don
Domenicantonio Farina, venido de Italia, y llegado a Zenón Videla Dorna (un pequeño poblado de la Provincia de Buenos
Aires en el partido de San Miguel del Monte) supo ganarse la vida poniendo las
manos en el arado (sin mirar atrás).
Ese
Farina que con gran valentía montaba los arados de reja, que era buscado por
los productores rurales de aquellas estancias que comenzaban a explotar la
tierra, y que era valorado como un talento difícil de encontrar, era mi tatarabuelo,
abuelo de mi abuelo José.
Si yo
pudiera hablar con mi tatarabuelo le diría que me ha dejado una herencia
simbólica de la cual debe estar orgulloso, porque aunque no soy yo ningún
baqueano manejando el arado de reja (ni ningún otro arado) he puesto “las manos
en el arado” y procuro no mirar atrás mientras que la tierra necesite ser labrada:
“Y Jesús le dijo: Ninguno que
poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” -Lucas
9:62.
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