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jueves, 21 de marzo de 2013

Las manos en el arado | una herencia simbólica



Me han contado varias veces que tal vez uno de los primeros Farina llegados a estas tierras era un hombre valiente de los pocos que se atrevían a montar esos viejos arados de reja tirados por un caballo. Sucedía que por entonces en aquella tierra virgen los pajonales eran altos, y la geografía despareja hacía que los golpes y las posibilidades de volcarlo fueran altas.

Es una historia que siempre contaba mi abuelo Don José Domingo Farina, y que recuerda mi padre cada vez que tomando un mate nos acercamos al viejo arado que adorna el fondo del patio de la casa de la calle Santamarina. “Es el primer arado que salió después del arado mancera (en el que el operario caminaba a la par del arado manejando la profundidad y la dirección con las manijas) ... en este ya el operario iba sentado y la inclinación y la profundidad se manejaba a través de palancas... después de eso salió el de tres rejas” me explica papá, y suma otros detalles: “trabajaban de sol a sol, generalmente en otoño e invierno antes que se pusiera el sol tenían que largar el caballo para que el frío de la noche no lo encontrara sudados. Hacían recambio de caballo, creo que uno a la mañana y otro por la tarde”.

Don Domenicantonio Farina, venido de Italia, y llegado a Zenón Videla Dorna (un pequeño poblado de la Provincia de Buenos Aires en el partido de San Miguel del Monte) supo ganarse la vida poniendo las manos en el arado (sin mirar atrás).

Ese Farina que con gran valentía montaba los arados de reja, que era buscado por los productores rurales de aquellas estancias que comenzaban a explotar la tierra, y que era valorado como un talento difícil de encontrar, era mi tatarabuelo, abuelo de mi abuelo José.

Si yo pudiera hablar con mi tatarabuelo le diría que me ha dejado una herencia simbólica de la cual debe estar orgulloso, porque aunque no soy yo ningún baqueano manejando el arado de reja (ni ningún otro arado) he puesto “las manos en el arado” y procuro no mirar atrás mientras que la tierra necesite ser labrada: “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” -Lucas 9:62.

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