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jueves, 4 de abril de 2013

Teología que no dialoga va derecho al pisadero


“¿Qué pasa cuando la Palabra y la teología empiezan a correr solas, sin dialogar con la práctica de la vida cotidiana de las personas? Nuestra teología corre el riesgo de convertirse en un mero ejercicio académico que hace de la Palabra hecha carne meras palabras desencarnadas. La Palabra viva se torna repetición de un mensaje simplista, incompleto, inmutable […]. No se contextualiza y pierde así pertinencia para la realidad en que vivimos; no tiene nada que decir a lo que nos sucede en el trabajo, la universidad, la fábrica, el barrio, la familia”.

Elisa Padilla, La iglesia como agente de transformación integral ¿Es posible?, Revista Kairos, Año 9 - Nº 24.

Lo que es en parte y lo absoluto | Eclesiastés y la ansiedad


“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; 
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 
tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? 
Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. 
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. 
Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; 
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. 
He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres”  -Eclesiastés 3.1-14.

Lo absoluto frente a lo relativo. Lo que es definitivo frente a lo que es en parte. El autor del texto nos hace entender que: 1- todas las cosas a las que aspiran los seres humanos tienen su tiempo debajo del sol, tienen su momento en el que pasan o pasarán; y 2- todo lo que pueda estar pasándonos, o nos haya pasado, o estemos por pasar, es relativo, fugaz, y no es absoluto delante de lo que Dios hace (que sí es absoluto, y que será perpetuo).

Estas dos cuestiones bien marcadas que podemos encontrar en las palabras del Predicador (V. 1.1) son como un refrigerio en medio de las arenas de la ansiedad por las que muchos de nosotros solemos andar.

Cuando salgo a caminar puedo elegir si voy por el camino de siempre, o si busco uno alternativo. Aquí tenemos un camino (el verdaderamente alternativo) por el que los ansiosos podemos optar para dejar a un lado la ansiedad haciéndonos conscientes de la grandeza de Dios. El autor del texto encontró serenidad en esto, y por ello, y desde esa serenidad, pudo asegurar: “es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” después de entender que “no hay cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en la vida”, teniendo (muy presente) que Dios ha puesto eternidad (trascendencia) en nuestros corazones. No todo es esto, pero esto que es merece ser valorado, en el tiempo que es, sin perder de vista lo que será.
  

jueves, 21 de marzo de 2013

Las manos en el arado | un camino de ida





“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” -Lucas 9:62.

La expresión que usa Jesús está en singular (“la mano”, y no “las manos”) y se aplica a las costumbres de su época, en donde el arado era conducido con una sola mano, mientras que con otra se sostenían las riendas del animal que ocasionalmente se utilizaba para tirarlo. Y a su vez, quien operaba el arado, si quería que el trabajo saliera parejo, no debía dejar de mirar su punto de referencia (no podía mirar para atrás) para no salirse del punto de referencia.

Es interesante notar que Jesús usa esa frase para responderle a uno que le dijo: «Señor, yo te seguiré; pero antes déjame despedirme de los que están en mi casa». Y se enmarca en una serie de dos micro-diálogos anteriores del mismo tenor:

“Mientras seguían su camino, alguien le dijo: «Señor, yo te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.»

Y a otro le dijo: «Sígueme.» Aquél le respondió: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.» Pero Jesús le dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el reino de Dios.» (Lucas 9.57-60).

Estas dos intervenciones tienen como corolario la última en la que alguien le dice al Señor que piensa seguirlo pero que le de un tiempo para acomodar sus cosas, y a lo que Jesús responde entonces: «Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios».

Quiero rescatar de este texto (que en algunas Biblias aparece bajo el subtitulo de “lo que cuesta seguir a Jesús”) dos cuestiones concretas:

Por un lado el texto nos pinta la radicalidad de la demanda del Evangelio. El Evangelio es un camino de ida. Los que queremos seguir a Jesús debemos entender que no hay chance de jugar a medias tintas, cuando uno decide seguir a Jesús tiene que saber que su Reino no admite a personas que se vuelven para atrás atemorizadas por las pérdidas que puedan sufrir (amistades, privilegios, comodidad, aceptación, etc.). A los que queremos asumir el Evangelio como palabra de Dios total, e involucrarnos en la obra y el llamado de Jesucristo, se nos veda la posibilidad de oscilar entre lo que dejamos atrás y lo que estamos asumiendo.

Y por otro lado, el Señor nos desafía a no perder de vista el objetivo, el hacia dónde vamos: hacia delante, hacia la meta: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!” le escribía el apóstol Pablo a los Filipenses (3.13-14).

Este texto puede cambiar tu perspectiva de lo que el cristianismo es, a mí ya me cambió.

Las manos en el arado | una herencia simbólica



Me han contado varias veces que tal vez uno de los primeros Farina llegados a estas tierras era un hombre valiente de los pocos que se atrevían a montar esos viejos arados de reja tirados por un caballo. Sucedía que por entonces en aquella tierra virgen los pajonales eran altos, y la geografía despareja hacía que los golpes y las posibilidades de volcarlo fueran altas.

Es una historia que siempre contaba mi abuelo Don José Domingo Farina, y que recuerda mi padre cada vez que tomando un mate nos acercamos al viejo arado que adorna el fondo del patio de la casa de la calle Santamarina. “Es el primer arado que salió después del arado mancera (en el que el operario caminaba a la par del arado manejando la profundidad y la dirección con las manijas) ... en este ya el operario iba sentado y la inclinación y la profundidad se manejaba a través de palancas... después de eso salió el de tres rejas” me explica papá, y suma otros detalles: “trabajaban de sol a sol, generalmente en otoño e invierno antes que se pusiera el sol tenían que largar el caballo para que el frío de la noche no lo encontrara sudados. Hacían recambio de caballo, creo que uno a la mañana y otro por la tarde”.

Don Domenicantonio Farina, venido de Italia, y llegado a Zenón Videla Dorna (un pequeño poblado de la Provincia de Buenos Aires en el partido de San Miguel del Monte) supo ganarse la vida poniendo las manos en el arado (sin mirar atrás).

Ese Farina que con gran valentía montaba los arados de reja, que era buscado por los productores rurales de aquellas estancias que comenzaban a explotar la tierra, y que era valorado como un talento difícil de encontrar, era mi tatarabuelo, abuelo de mi abuelo José.

Si yo pudiera hablar con mi tatarabuelo le diría que me ha dejado una herencia simbólica de la cual debe estar orgulloso, porque aunque no soy yo ningún baqueano manejando el arado de reja (ni ningún otro arado) he puesto “las manos en el arado” y procuro no mirar atrás mientras que la tierra necesite ser labrada: “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” -Lucas 9:62.

jueves, 3 de enero de 2013

La vida cristiana comienza cuando percibimos cuán verdaderamente alternativo es Jesucristo


“La tradición profética es perfectamente consciente de que ofrece una verdadera alternativa a una teología de la esclavitud de Dios y a una sociología de la esclavitud del hombre. Esta verdadera alternativa, que nos ha sido confiada a quienes soportamos la mencionada vocación, no hunde sus raíces en una teoría social ni en una justificada indignación ni en un puro altruismo, sino en la misma y verdadera alternativa que es el propio Yahvé [...]. La profecía arranca del hecho mismo de percibir cuán verdaderamente alternativo es Yahvé”.

Walter Brueggemann, La imaginación profética, Editorial SAL TERRAE, Santander.